martes, 20 de mayo de 2008

Crónica de una posibilidad anunciada


En una aula cualquiera en una escuela a contra turno se dictan cursos de formación docente.
Estoy de polizón en una clase especial dentro de un curso de Educación domiciliaria y hospitalaria dictado para docentes. Personal del Ministerio de Educación hoy los visita.
(http://redinclusiva.blogspot.com/2008/05/capacitacin-docentes-de-escuelas.html )
Los bancos y las sillas pequeñas se mueven para dejar a espacio a un proyector y unas computadoras portátiles que desentonan con la imagen del aula de escuela pública.
¿Por qué será?
La coordinadora no para de agradecer la presencia de los enviados del Ministerio; el resto observa con un silencio desafiante.
Los maestros en este momento son alumnos y pueden darse el gusto de desconfiar, de simplemente esperar sentados para ser sorprendidos por el que tiene que hablar.
“Las del Ministerio” entienden todo esto y lo manejan con naturalidad. No es un cargo o una referencia lo que las sustenta sino una trayectoria y una convicción sobre el sentido de su rol profesional.
Se habla de los hospitales, de cómo la tecnología es un medio para, de cómo adaptarla para que llegue a todos.
Las caras empiezan a cambiar en el auditorio, algunos preguntan otros asienten con la cabeza.
Se muestran imágenes y objetos concretos que pasan de mano en mano, la idea es hacerlos propios, es familiarizarnos con otras alternativas para poder acercárselas al que las necesita. Mouse adaptados de muchos tipo, colores y tamaños. Elementos exóticos y otros familiares.
Los que hablan, dicen. Dicen de su práctica. Sonríen y recuerdan alumnos de antaño, de ayer, de hoy.
Más allá de la información útil y actualizada sobre tecnologías y alternativas de comunicación y de trabajo; yo rescaté la posibilidad de seguir intentando.
Poder encontrarse en un lugar prestado pero nuestro. Poder hablar de la vida y de la muerte. Rescato el escepticismo en la cara de los escuchan en calidad de alumnos y quizás odien el escepticismo de sus propios estudiantes.
Rescato los alargues por el piso, las técnicas caseras para adaptar un Mouse, lo improvisado pero con objetivos planificados.
En el descanso se discute sobre un cambio de sede, la gente se molesta: queda lejos queda incomodo… alguien ofrece un DVD player como una solución. Pero no alcanza. La coordinadora explica que la escuela no tiene los recursos para sostener ese espacio para que se dicte el curso. El personal de limpieza que no está, la biblioteca y la videocasettera cerrada con llave. No hay espacio para ellos.
En ese momento me resultó interesante el contrapunto. En ese curso donde se práctica como alojar situaciones de vida especiales. Cómo enseñar en espacio alternativos a la escuela. Apuntar a trabajar con la parte sana de un enfermo. Intentar dar un cierre diario a cada tarea porque no contamos con la continuidad. A todos nos cuesta acomodarnos al cambio, a todos nos cuesta ser hospitalarios con lo nuevo, con lo distinto, con la contingencia no deseada. La situación nos ponía incómodos, nos hacía dudar de seguir, como acomodar los horarios, el viaje, el tiempo.
Terminado el descanso volvimos a lo nuestro. Cómo conectar un alumno con su escuela de origen en el trayecto de una enfermedad, cómo usar Internet para expresarnos, para crecer, para crear y no solo para copiar. Recursos on line y recursos personales. Comunidades virtuales que recorren el mundo. Experiencias realizadas y por hacer.
Llegó la hora de concluir, la experiencia pareció enriquecedora.
Yo me subí a mi moto y me fui pensando. En la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente. En que las dos cosas pasan y que son necesarias. En que la tecnología puede ser instrumento para excluir o para incluir depende de su uso. Que cada uno de nosotros lucha social e internamente para ser crecer contra esa “fiaca” mental sistemática que nos vuelve resistentes a cualquier movimiento. Pensaba que, por lo menos en mi, esa es una batalla nunca ganada… siempre en proceso. Gracias a la practica de investigación por invitarme a dar otro pasito.

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